Colombia

¿A quiénes amenaza Trump con ataques terrestres?

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¿A quiénes amenaza Trump con ataques terrestres?, sus declaraciones contra Petro revelan una estrategia de presión e injerencia en la región.

El presidente estadounidense Donald Trump se pronunció contra el presidente colombiano Gustavo Petro y lo llamó «un tipo muy malo».

Para analizar estas declaraciones, Juan Alberto Sánchez Marín, analista y director de dXmedio, calificó inmediatamente las palabras de Trump como «no pueden ser más desafortunadas», además de ser absolutamente falsas e inverosímiles. ¿A quiénes amenaza Trump con ataques terrestres?

El análisis aborda la posibilidad de que estos ataques verbales sean una amenaza concreta que busca un cambio de autoridades en Colombia.

¿A quiénes amenaza Trump con ataques terrestres? dXmedio.

Declaraciones de Donald Trump contra Gustavo Petro

Estas declaraciones no pueden ser más desafortunadas. No solo hacen parte del estilo característico de Trump, sino que son por completo falsas y engañosas, e, incluso, inverosímiles, increíbles. Nadie con sensatez se las tomaría en serio, a menos que le convenga.

Existe una oposición muy fuerte al presidente Petro por sus políticas de transformación y cambio, sobre todo, a niveles sociales y económicos altos. Políticas con resultados, a pesar de las dificultades y el viento en contra tan intenso.

Esta transformación fue planteada y prometida por Gustavo Petro desde los tiempos de campaña. Sin embargo, los grandes medios de comunicación ocultan, tergiversan o ni siquiera mencionan los resultados satisfactorios.

Recientemente, el ministro venezolano Diosdado Cabello Rondón, declaró algo que es una verdad irrebatible: Gustavo Petro es el primer presidente colombiano que en realidad combate el narcotráfico. 

Los presidentes anteriores no podían hacerlo porque han sido socios del narcotráfico. Por otro lado, Donald Trump no es el único presidente estadounidense que no combate el narcotráfico, sino que se limita a simples declaraciones y persecuciones.

En realidad, lo que se vive no trata de una guerra contra las drogas; eso pertenece a la misma serie de cuentos para enmascarar otros objetivos, como la guerra contra el comunismo o la guerra contra el terrorismo. 

El trasfondo se relaciona con lo que se califica como seguridad nacional de Estados Unidos, lo cual es, en esencia, una licencia autogestionada, pero además autocertificada o convalidada por el imperio para hacer de las suyas a donde se le ocurra.

Intentar tapar un fenómeno complejo con acciones armadas, mediante balas o misiles, es una manera burda de encarar las drogas. Aunque fuera una guerra cierta, sería inútil; algo así como tapar el sol con un dedo.

El despliegue bélico solo toca una etapa breve del ciclo del narcotráfico, la fase determinante, la financiera, donde la droga se convierte en dólares y dinero, no se toca ni se nombra.

Y esta fase financiera no se encuentra en los lugares de origen o tránsito, sino en los propios Estados Unidos; en los grandes lavaderos de capitales que son los centros del poder imperialista, empezando por Wall Street.

De la guerra contra las drogas se han valido muchos oportunistas, tanto dentro, como fuera de Estados Unidos, y sucesivos gobernantes estadounidenses, desde Nixon hasta Trump, han impulsado y financiado la guerra en Colombia. 

Al nivel local en Colombia, existen círculos codiciosos y oportunistas que vieron en la guerra contra las drogas o en la guerra contra el terrorismo la oportunidad de prosperar políticamente y, sobre todo, de enriquecerse. 

El caso del expresidente colombiano Álvaro Uribe, que se valió de ambas guerras, es un ejemplo. Las guerrillas fueron «meros señuelos» para atraer recursos estadounidenses, y para una guerra que le permitió a Uribe acaparar poder y riqueza.

Colombia ha sido parasitada por unas élites adueñadas de todo, manipuladoras, codiciosas, con falsas divergencias partidistas, desde los tiempos de la Colonia. Estas élites han mantenido al país sumido en crisis social, política y económica. 

El resultado final del intervencionismo y el entreguismo ha sido violencia, muerte, corrupción desmedida, descomposición institucional, masacres de campesinos, asesinato de líderes sociales y periodistas, y empobrecimiento.

Mientras tanto, los círculos mafiosos, políticos y económicos han visto el abultamiento de sus bolsillos en todos los sectores y ámbitos (local, regional, y nacional).

¿A quiénes amenaza Trump con ataques terrestres?

Las declaraciones de Trump constituyen una amenaza concreta contra Colombia. La amenaza contra Venezuela está clara, pues lo que se busca es un cambio de Gobierno. Al apuntar a Gustavo Petro se puede inferir que también buscan algo similar en Colombia.

La participación directa del Gobierno estadounidense en intentos reiterados de desestabilización en Colombia no es inconcebible ni nueva, sino un proceso que se ha estado gestando a lo largo de los tres años de presidencia de Petro.

Tanto Venezuela, como Colombia, plantean a Estados Unidos una doble problemática. Es dual porque ambos gobiernos buscan soberanía e independencia, y además proyectan un mal ejemplo para la región. Esto resulta inaceptable para un imperio en declive y en crisis.

El proceso de intentar ir contra Colombia ha estado presente, incluso, desde antes de que Petro asumiera la presidencia. El «odio y rabia» se dirigen hacia Maduro y Petro no tanto por quienes son, sino por lo que representan como fuerzas y visiones de transformación.

El objetivo central es que el proceso de cambio, tan inconveniente para los intereses imperiales y para la soberanía venezolana, no continúe. Existen presiones desde Colombia y desde los cabildeos estadounidenses mafiosos. Un esquema mafioso que involucra a venezolanos, cubanos (la llamada gusanera cubana), y colombianos.

Coalición entre Gobiernos de Colombia y Venezuela

Estados Unidos se encuentra en un proceso de debilitamiento y decadencia. Aunque el imperio se agarra de lo que tiene más a mano, la región ya no es la misma, y han surgido gobiernos dignos que representan grandes desafíos y retos económicos.

La coalición o unidad entre los Gobiernos de Colombia y Venezuela es aún más desafiante. Por lo tanto, el imperio está dispuesto «a todo» para que el proceso de transformación finalice.

El presidente Petro, al enfrentar el tema en el Mar Caribe, ha ubicado la situación, afirmando que lo que Estados Unidos busca es el petróleo de Venezuela y de Guyana. La codicia petrolera es la que está detrás de la estrategia de lanzar misiles, incluso, sobre pescadores.

Se han reportado pescadores de Trinidad y Tobago que murieron por un ataque con misil, y hay reportes de pescadores colombianos de Santa Marta que no han regresado. 

El presidente Petro solicitó a los familiares avisar a las autoridades y pidió a los abogados de derechos humanos que ayuden a establecer demandas y denuncias si colombianos han sido asesinados por los misiles. Colombia aprobó la resolución de que toda política de drogas debe sujetarse a derechos humanos.

Petro también ha mencionado la renuncia del jefe del Comando Sur, el almirante Alvin Holsey. Petro anunció que lo recibiría con un “bienvenido”. En especial, si renunció por no querer ser cómplice de un crimen de guerra o una violación.

Incomodidad al interior de Estados Unidos

El presidente insistió en que no se pueden usar las armas de ningún ejército del mundo contra la humanidad, y menos en el Mar Caribe, menos contra pescadores colombianos inocentes, solicitó al presidente Trump «contener su codicia petrolera» y pensar en una América grande donde los pueblos dialoguen sobre sus problemas comunes.

Investigaciones periodísticas confirmaron el bombardeo de una lancha por parte de Estados Unidos, tal como el presidente Petro hacía referencia como tema a confirmar.

Respecto a la renuncia del jefe del Comando Sur, Juan Alberto Sánchez Marín indicó que la situación no está bajo control por parte de Donald Trump, no solo en América Latina, sino en general con respecto a sus políticas en Ucrania y su apoyo a Israel. 

Las inconformidades son crecientes a distintos niveles, tanto de la población (millones de personas manifestándose) como de las propias instituciones.

Estados Unidos atraviesa una situación de abismos sociales, donde el 1% maneja los capitales de más del 90% de la población, este país, que siempre se basó en el «sueño americano» y la justicia, ve ahora que ni siquiera a ellos les funciona esa justicia, la idea de que Estados Unidos exporta la justicia y la democracia es una «farsa» y un mecanismo para justificar toda clase de vandalismos, invasiones e injerencias.

Las inconformidades también se expresan al interior de las fuerzas armadas. La renuncia del jefe del Comando Sur es «sospechosa», y ha habido especulaciones y comentarios de allegados al militar sobre las inconformidades con las órdenes provenientes del círculo que rodea a Trump.

Detrás de los ataques verbales de Trump contra Venezuela y Colombia, que podrían convertirse en medidas más opresivas, existe una gran molestia de la administración estadounidense con las posiciones asumidas por el presidente Petro.

Petro, la voz incómoda

Un elemento fundamental es la postura de integridad y respetabilidad adoptada por Petro, lo cual es imperdonable para un país acostumbrado a élites nacionales bastante serviles y miserables. 

A esto se suma el cabildeo de la «mafia mayamera», untada de droga y crímenes, que odia todo aquello que huela a izquierda o progresismo. Esta “gusanera cubana, la venezolana, la colombiana”, tiene a Miami como capital y a los gobiernos decorosos de América Latina como objetivos de sus conjuras e intrigas. 

Estas facciones tienen fichas en el gobierno de Trump, como Marco Rubio, María Elvira Salazar, Mario Díaz-Balart, Carlos Giménez, y Ted Cruz, al igual que Bernie Moreno, de origen colombiano, como promotor de incluir a Petro en la lista Clinton de supuestos narcotraficantes.

La urgencia detrás de los ataques es derrotar a gobiernos molestos y dar fuerza a las conspiraciones y facciones criminales que buscan retomar el poder en Colombia y Venezuela. En el Caribe, el imperio despliega demostraciones de fuerza bruta al destruir con misiles embarcaciones pequeñas, incluso, de pescadores. 

La ironía del imperio es anunciar que ningún estadounidense resultara muerto o herido en este tipo de operaciones. Estos actos son un proceso de simulación para encubrir desafíos profundos para América Latina.

Ver también

Entrevista original en La IguanaTV:

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