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Trump en Venezuela: ¿estrategia desesperada o destino fatal? 

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¿Sería una intervención de Donald Trump en Venezuela un nuevo Vietnam? Riesgos, caos y consecuencias de un conflicto bélico total.

Juan Alberto Sánchez Marín, periodista y analista geopolítico colombiano, con trayectoria en el análisis y cobertura de conflictos del Sur Global, con una mirada incisiva sobre la política exterior de Washington, desmenuza las implicaciones de una potencial escalada militar de Estados Unidos contra Venezuela, y, en general, en la región.

Trump en Venezuela: ¿estrategia desesperada o destino fatal? dXmedio.

La discusión sobre el «belicismo» estadounidense y la retórica agresiva de figuras como Donald Trump, a través de una comparativa histórica y geográfica. El tablero latinoamericano de 2025 no responde a las mismas reglas del siglo pasado, y cualquier movimiento en falso podría desencadenar una crisis de dimensiones incalculables para la estabilidad hemisférica.

El espejismo de la potencia unilateral

El primer error de análisis consiste en creer que Estados Unidos sigue siendo la hegemonía indiscutible de los años 60, aquella potencia «acaudalada y uniforme» ha dado paso a una nación profundamente fragmentada internamente.

La distancia entre el «Sueño Americano» del siglo XX y el «America First» de Trump no es solo temporal, sino ideológica y estructural.

Hoy, la sociedad estadounidense, difícilmente, toleraría el costo humano de una guerra prolongada. Se recuerda con crudeza las cicatrices de conflictos pasados: decenas de miles de soldados regresando en bolsas o desapareciendo en geografías hostiles.

En un mundo multicéntrico, la capacidad de Washington para imponer su voluntad mediante la fuerza bruta se ve limitada por su propio agotamiento social y político.

Trump en Venezuela: ¿estrategia desesperada o destino fatal?

A menudo, desde los despachos en Washington o Miami, se subestima la complejidad del terreno. Venezuela no es un tablero plano; es una geografía de obstáculos, una «manigua impenetrable» que, sumada a la colombiana, constituye un ecosistema donde cualquier invasor quedaría atrapado en arenas movedizas.

¿Es entonces una estrategia desesperada para recuperar el control sobre el petróleo y la influencia política? Probablemente.

De materializarse una invasión o cualquier otra acción aventurera, el destino sería fatal, no solo por la resistencia armada, sino porque Venezuela ha pasado las últimas dos décadas preparándose para este escenario.

El Ejército, que algunos califican como uno de los mejor armados y más leales de la región, ha sido fortalecido por una logística y tecnología provenientes de potencias aliadas.

La sombra de Vietnam en el trópico

La comparación con Vietnam no es casual. Si las selvas del sudeste asiático fueron el cementerio de una generación de soldados estadounidenses, las selvas vietnamitas son algo así como «jardines botánicos» en comparación con la complejidad del territorio venezolano.

La superficie de Venezuela triplica la de Vietnam, lo que multiplicaría exponencialmente las dificultades de control territorial.

Sánchez destaca que la resistencia heroica de un pueblo convencido de su soberanía es un factor que la inteligencia militar convencional suele omitir en sus simulaciones.

Una incursión no sería un desfile triunfal, sino una guerra de desgaste en un terreno donde el invasor es, por definición, ciego y vulnerable.

El efecto búmeran en Colombia

Una de las partes más inquietantes es la repercusión en Colombia.

Un ataque a Venezuela es, por extensión, un ataque a la estabilidad colombiana. Durante más de un siglo, las estructuras institucionales de ambos países han estado entrelazadas de formas complejas.

Intentar derrocar al gobierno venezolano para imponer figuras de la oposición, a quienes solo guía la codicia, sumergiría a la región en un caos similar al de Siria o Libia.

El «patio trasero», como despectivamente se llama a la región en los círculos de poder de Estados Unidos, terminaría en una caos de grandes dimensiones, que afectaría directamente los intereses de seguridad nacional que Washington dice proteger.

Atacar la estructura de un vecino tan interconectado sería, en última instancia, atacarse a él mismo.

El tablero de las grandes potencias

Venezuela no está sola, y este es un punto clave.

El acercamiento de Caracas y Bogotá a bloques como los BRICS, y sus relaciones estratégicas con China y Rusia, han cambiado las reglas del juego. Ya no se trata de una disputa local, sino de un punto de fricción en la geopolítica global.

El apoyo en tecnología, armas y estrategia que ha recibido el ejército patriota venezolano nivela el campo de batalla de una manera que los asesores de Trump parecen ignorar.

La lealtad de las milicias y la cohesión interna del chavismo ante una amenaza externa son activos que no se pueden destruir simplemente con bombardeos.

De Biden a Trump, la inercia del imperio

Más allá de los nombres propios en la Casa Blanca, la estrategia de fondo permanece inalterada, ya sea Biden, Obama o Trump, las políticas están definidas por un entramado de corporaciones, el Pentágono y el complejo industrial-tecnológico-militar.

Lo que cambia son las tácticas y el nivel de agresividad discursiva, pero el objetivo de dominación global persiste.

El analista hace un llamado a la reflexión: ¿realmente le conviene al pueblo estadounidense una región sumida en el caos y la guerra? La respuesta parece obvia, pero, en una administración movida por impulsos dementes y asesores aventureros, la lógica suele ser la primera baja en el campo de batalla.

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