En el complejo tablero geopolítico latinoamericano, las amenazas de intervención y las narrativas de la «guerra contra las drogas» a menudo sirven como cortinas de humo para objetivos imperiales más profundos: el control de recursos y la dominación regional.
En esta entrevista exclusiva para el programa Mapa de Conflicto de La Iguana TV (Venezuela), el periodista argentino Marcos Salgado dialoga con el analista internacional Juan Alberto Sánchez Marín, director de dXmedio, para desglosar la guerra psicológica de Estados Unidos contra Venezuela.
Sánchez Marín analiza la valiente postura del presidente Gustavo Petro de denunciar el despliegue militar estadounidense en el Caribe como una amenaza que se extiende más allá de Venezuela.
Además, se profundiza en el verdadero propósito detrás de la movida norteamericana, la naturaleza transnacional de la «Junta del Narcotráfico» que opera en la región, y cómo la supuesta lucha antidrogas en realidad encubre la voracidad por el petróleo pesado y los recursos estratégicos de la República Bolivariana.
Posición de Petro ante la amenaza en el Caribe
Podemos comenzar por hacer un contexto breve, que se aclara con una sola pregunta: ¿qué ha sido la guerra contra el narcotráfico? O ¿qué han sido todas esas guerras de cruzados que en calidad de justiciero desata el imperio estadounidense por el mundo.
La respuesta puede tener tanto de lacónica, de breve, como de catastrófica: nada. Esas guerras contra las drogas, contra el terrorismo, contra lo que sea que se les ocurre a los EE. UU. no han sido nada desde el punto de vista de los móviles ni de las razones que se exponen en los discursos.
Eso sí, han sido mucho en términos de vidas humanas sacrificadas, naturaleza devastada, pueblos arrasados, y economías campesinas destruidas.
Es sabido y confirmado que la guerra contra las drogas de Nixon, del expresidente estadounidense Richard Nixon, de 1971, fue un artilugio. Una invención sacada de bajo la manga para desviar la atención de los verdaderos enemigos políticos de la administración Nixon.
Esos enemigos eran la fuerte oposición a la guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Y así como fue en el origen, ha sido siempre la guerra contra las drogas: una política comodín que sirve para muchos propósitos, excepto para el planteado.
Por supuesto, este destacamento desplegado por los imperialistas en el Caribe no es otra cosa que una acción intimidatoria contra la República Bolivariana de Venezuela, contra su Gobierno legítimo, contra las mayorías populares. Es bien claro por lo que van, o sea, a por lo que vienen. Se llama, sencillamente, Petróleo.
Estados Unidos requiere de petróleo, mucho petróleo, para moverse, para el transporte, donde el petróleo representa más del 90% de la energía usada en el sector. Lo necesita para la industria petroquímica, y para la generación de energía. Lo requiere para que funcione el país, para que la economía crezca.
El presidente Gustavo Petro ha hecho unas declaraciones importantes y valientes, a mi modo de ver, sobre todo, teniendo en cuenta las presiones que enfrenta y el difícil contexto en que se mueve.
Es claro que él es consciente de que la amenaza que ahora se cierne sobre Venezuela, si no se frena, si no se impide, encarna apenas la fase inicial de una dominación extensiva a la totalidad de la región.
Defender el principio de no intervención y la soberanía de los pueblos Latinoamericanos es visto como algo irracional, a eso hemos llegado, en tanto que enviar fragatas, y buques con capacidad nuclear es algo aceptable.
Mejor dicho, lo desproporcionado es razonable, mientras que la sensatez es vista como un disparate. A eso nos ha traído la voracidad y la codicia imperiales.
La enigmática Junta del Narcotráfico
Del mismo modo que el llamado cartel de los soles es una patraña a la medida de las insidias Estadounidenses, la Junta del Narcotráfico es una poderosa asociación para delinquir definida y de carácter transnacional.
Es importante señalar que esta llamada Junta del Narcotráfico no es una estructura criminal tradicional al estilo de los anteriores carteles de la droga, como los de Medellín o Cali, o del Norte del Valle. No es una pirámide jerárquica a la vieja usanza, sino una red global de crimen organizado que funciona por nodos especializados.
Colombia, por ejemplo, y sus grupos armados, Clan del Golfo, disidencias de las antiguas FARC, representan el primer eslabón, el de la producción y la violencia territorial, pero el control estratégico y las mayores ganancias están en manos de mafias foráneas.
Según investigaciones a las que se puede acceder, y según las propias denuncias del presidente Petro, hablamos de una disposición del poder mafioso en tres esferas o círculos que operan al nivel global.
En primera instancia figuran los productores, y los distribuidores finales, los dealers de barrio. Acá están controladores como el Clan del Golfo, y las disidencias de las FARC. Estos controlan los cultivos, laboratorios y la primera parte del transporte. Son los más visibles y ponen la violencia.
Luego están los intermediarios, Los «Controllers» y socios logísticos. Aquí está la mafia albanesa, que controla la cadena de suministro hacia Europa. Pero hay muchos más.
Está la ‘Ndrangheta (Italia): La mafia calabresa es históricamente uno de los mayores compradores de cocaína colombiana. La Mocro Maffia (Países Bajos / Marruecos): que Son los principales socios de los albaneses en los puertos de Róterdam y Amberes. La Mafia Irlandesa (Clan Kinahan), que reside en Dubái. Los Carteles Mexicanos (Sinaloa, CJNG): que Dominan la ruta hacia Estados Unidos. Y están los Grupos de los Balcanes: Mafias serbias, montenegrinas y croatas.
Más arriba está el tercer círculo, el que domina el esquema, con el control estratégico y financiero. Son los verdaderos dueños del negocio. No tocan la droga, sino que gestionan las finanzas, lavan el dinero y coordinan la logística global.
Petro ha señalado a Dubái como el gran centro neurálgico de estos jefes mafiosos. Pero también están en los paraísos fiscales, en los Balcanes, y en otras partes a lo largo y ancho del globo.
Ahora bien, en lo que atañe a América Latina, esta Junta opera prácticamente en todo el continente. Ecuador es hoy en día un epicentro del narcotráfico al nivel regional. Panamá es un corredor vital. Brasil, la triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil.Allí hay alianzas claves.
Venezuela figura en los planes de estos grupos. México, bueno, ni qué decir. el Clan del Golfo tiene vínculos directos con el Cartel de Sinaloa, entre otros. Paraguay tiene un papel cada vez más importante en el esquema criminal del Cono Sur.
La otra cara de la movida de Estados Unidos contra Venezuela
Venezuela hoy en día desempeña un papel menor, muy menor, casi que inexistente, en lo que representa la producción y tráfico de sustancias psicoactivas, cualesquiera que ellas sean.
Y no es una opinión, así lo establecen las cifras de organismos internacionales, como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC.
Por el contrario, en los lugares en los que EE. UU. asume la supuesta guerra contra las drogas, lo que en verdad sucede es todo lo opuesto, la producción y el tráfico de estupefacientes se incrementa exponencialmente.
Un caso concreto es lo ocurrido en Afganistán, donde la producción de opio y heroína aumentó significativamente, llegando a producir más del 90% de la heroína a nivel mundial y más del 95% del suministro europeo para 2021.
Así que lo que se busca es controlar el negocio, antes que combatirlo, y, eso sí, acceder y saquear los recursos de los países. Y en el caso de Venezuela, estos son múltiples e invaluables para el imperio.
Además del control geoestratégico de la región, Venezuela sería una fuente de, claro está, petróleo, energía, en primer lugar, pero también de muchos otros recursos minerales, como el oro. En relación con el petróleo, Venezuela es el objetivo. Mencioné antes que EE. UU. demanda grandes cantidades de petróleo para consumo interno, pero también para la venta.
Ahora bien, Estados Unidos no necesita cualquier clase de petróleo. De hecho, gracias al fracking, el país es uno de los mayores productores del hidrocarburo al nivel internacional. Pero el producto del fracking es un petróleo ligero.
Y ahí está el detalle. Estados Unidos demanda petróleo pesado. En otras palabras, a Estados Unidos le convendría mucho disponer del petróleo venezolano.
La mayor parte de las refinerías en la costa del Golfo de México, que es el centro de la industria refinadora de EE.UU., en particular, los estados de Texas y Luisiana, estas refinerías están adecuadas y configuradas para procesar crudos pesados y agrios, con alto contenido de azufre. El petróleo con tales especificaciones está en Venezuela, y en grandes, enormes cantidades.
Claro, Estados Unidos lo compra a Canadá y, vaya coincidencia, a Colombia. Claro, importa petróleo de las arenas bituminosas Canadienses, pero al nuevo primer ministro, Mark Carney, no le hace gracia la idea de Trump de convertirse en el estado 51, es decir, la anexión.
Aunque se desarrollen Conversaciones intensas, Carney ha dicho que se centrará en que Canadá reduzca los vínculos económicos con Estados Unidos, porque no se puede confiar.
Venezuela queda a escasos 5 o 6 días de transporte por barco, lo que abarata costos.
Así que existen muchas razones por las cuales Venezuela constituye un preciado botín para Washington y para las rapaces multinacionales Estadounidenses, Halliburton, Chevron, Schlumberger, en fin.
Venezuela es una invaluable oportunidad de negocio para el sector energético de EE.UU. en momentos en que este país enfrenta desafíos serios a su hegemonía, en una superficie que por largo tiempo ha visto como su patio trasero, su despensa de recursos inagotable y a la mano.
Ver también
Entrevista original en La IguanaTV:
¿Cuáles son las últimas novedades de la guerra psicológica de EEUU contra Venezuela?