En una entrevista concedida para HispanTV, en El Porqué de las Noticias, el analista internacional Juan Alberto Sánchez Marín habla sobre la reciente confirmación por parte de una comisión de las Naciones Unidas (ONU) de que el régimen israelí ha cometido y continúa cometiendo genocidio en Gaza.
La ONU responsabiliza a Israel, lo que representa un hito crucial en la documentación del conflicto, y directamente al primer ministro Benjamin Netanyahu como incitador absoluto de estos actos.
Este informe, contundente, aunque tardío, impone la obligación urgente a los estados miembros de la ONU de actuar de inmediato.
A pesar de la avalancha de pruebas y señalamientos, no obstante, la respuesta global se ha manifestado históricamente como un reflejo automático, carente de peso y sentido real.
La crisis actual desnuda la ineficacia del sistema de justicia y de normatividad internacional, que parece haber perdido su vigencia al permitir que las atrocidades persistan, mientras se desvanece la posibilidad de una justicia pronta y significativa.
La confirmación de la barbarie y la lenta respuesta internacional
La acusación formal de genocidio por parte de un organismo de la ONU es la culminación de décadas de opresión sistemática. El régimen israelí no solo ha perpetrado crímenes, sino que ha intensificado sus atrocidades, a pesar de la evidencia que se acumula.
En lo que los palestinos describen como el bombardeo más violento de los últimos dos años de genocidio, la respuesta del régimen sionista ha sido continuar con sus acciones, con el apoyo abierto de Estados Unidos.
La urgencia por actuar, que se escucha en repetidas ocasiones, choca con una realidad histórica de inacción: han transcurrido 77 años de una política de limpieza étnica contra los palestinos, y dos años de ejecución implacable de uno de los genocidios más atroces, sin que se tomen medidas sustanciales.
Si bien las investigaciones y los pronunciamientos son importantes, la comunidad internacional ha tardado casi ocho décadas en considerar siquiera reconocer al Estado palestino, y países como Australia, Canadá, Reino Unido y Francia aún lo piensan. Esta demora subraya la crítica central: las reacciones diplomáticas no son acciones.
El analista internacional Sánchez Marín indica que lo que perpetran los sionistas no requiere un debate semántico sobre si llamarlo genocidio, exterminio, o eliminación sistemática. Lo innegable es que roban el territorio, la historia, la cultura y los medios de subsistencia de los palestinos, para luego aniquilarlos con bombas. Se pretende eliminar a un pueblo entero de la faz de la tierra.
La destrucción de la institucionalidad global: El fantasma de la ONU
La debilidad del sistema internacional es uno de los ejes centrales del análisis geopolítico actual. La ONU, en este contexto, es como un «fantasma», una entidad que ocasionalmente toma forma tangible, pero que carece de la fuerza necesaria para desafiar a las potencias que mantienen el statu quo.
El esquema de institucionalidad y el sistema internacional de justicia han sido destruidos por aquellos mismos regímenes que ahora cometen abusos y crímenes, lo que permite que la impunidad prospere.
Existe un cuestionamiento radical sobre la continuidad de la ONU. Si la organización no se atreve a desafiar a Estados Unidos, el «mandamás» histórico de la entidad, se sugiere que debería dejar de existir.
Los límites para la supervivencia de Naciones Unidas serían adoptar medidas militares directas, una «fuerza de freno» o «fuerza de paz» contra Israel, y obtener decisiones prontas de la Corte Penal Internacional para el castigo de los genocidas.
Es poco probable que esto ocurra, ya que los genocidas de las potencias occidentales han disfrutado históricamente de vidas apacibles, y gozan de impunidad hasta la muerte.
El momento es decisivo y marca la línea divisoria entre el orden mundial que se deja atrás y uno nuevo que comienza a emerger. En este espacio de transformación geopolítica, el dolor en Palestina es una expresión categórica del colapso del viejo orden.
La farsa de la justicia: Impunidad histórica y robo sistemático
La crítica al sistema de justicia internacional es dura, y señala los procesos como farsas. La Corte Penal Internacional (CPI) ha tardado un año en decidir si lo que ocurre en Palestina es genocidio o no, como si esa definición fuera a cambiar algo cuando la realidad es evidente para todos.
Mientras los israelíes continúan robando territorio y aniquilan al pueblo palestino, la inercia global persiste. Una impunidad estructural beneficia a los actores poderosos.
Lo que verdaderamente importa en este punto no son las reacciones o las investigaciones, sino las acciones concretas.
Figuras históricas de genocidas de potencias occidentales, como George W. Bush, Madeleine Albright (con las manos manchadas de sangre en Ruanda e Irak) y Colin Powell (quien mintió con descaro en la ONU), han escapado al castigo judicial.
Esta impunidad histórica alimenta el pronóstico sombrío de que Netanyahu, Gallant, Gerson y Trump también disfrutarán de buena salud mientras las conclusiones de la Comisión Internacional se desvanecen. De acuerdo con el análisis, la urgencia de tomar medidas reales ya no pasa por saber si las barbaridades se llaman genocidio o exterminio, sino por detener el aniquilamiento.
Los países que insuflan capacidad de muerte a Israel deberían, en cambio, luchar por darle vida a Palestina y castigar a los asesinos, lo que realmente conduciría a un mundo más justo y menos hipócrita.
Genocidio en Gaza, ONU responsabiliza a Israel
Este análisis encapsula la gravedad de la situación actual y la disyuntiva moral que enfrenta la comunidad internacional.
Ante la contundencia de las pruebas y la formalización de la acusación de genocidio, el llamado es a la acción inmediata, dejando atrás la espera inútil de una declaración judicial.
Si los gobiernos mundiales no castigan a los asesinos y no luchan por la vida de Palestina, el nuevo orden mundial que florece lo hará sobre la base de la misma injusticia y la misma hipocresía que define el sistema moribundo.
La única forma de dar sentido a las investigaciones es a través de medidas firmes. Esto incluye decisiones rápidas de la CPI y la adopción de medidas de fuerza militar por parte de Naciones Unidas para detener al régimen israelí. Y para castigar a Netanyahu y a sus cómplices en Europa y Estados Unidos.
Las conclusiones del informe deben ser el motor para un cambio geopolítico real, y no simplemente el epitafio de un orden internacional fallido.
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Entrevista original en HispanTV: